Habiéndo sido ratificada por el Obispado de Córdoba, queremos dar la enhorabuena a Naiara Rubio Lozano, nueva Hermana Mayor de la Hermandad de San Juan de Nuestra Cofradía. Que San Juan y Dios la acompañe a lo largo de éstos años al servicio de nuestra Cofradía.
Con el lema “En el amor al prójimo hallaremos a Cristo”, Cáritas diocesana
de Córdoba recuerda en su campaña que hay familias a nuestro alrededor que
necesitan nuestra ayuda
Un año más, Cáritas diocesana prepara la campaña para la solemnidad del
Corpus Christi y el Día de la Caridad. Una cita en la que una vez más se
vuelcan con los más desfavorecidos, de ahí que el lema escogido para esta
campaña sea “En el amor al prójimo hallaremos a Cristo”. En el mismo cartel,
denuncian que a nuestro alrededor hay familias en situación de pobreza que
necesitan nuestra ayuda.
Asimismo, los obispos que integran la Comisión de Pastoral Social de la
Conferencia Episcopal, de la que depende Cáritas, nos invitan en su mensaje con
motivo del Día de Caridad de este año –que se celebra el 23 de junio, en la
festividad del Corpus Christi— a “hacer de nuestra vida una entrega creíble en
todo momento a los `heridos por la vida´”.
Este es el mensaje íntegro de la CEPS:
FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DIA DE LA CARIDAD
(23 de Junio de 2019)
Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
«Y RENUEVAS LA FAZ DE LA TIERRA» (Sal.103)
La celebración de la fiesta del Corpus Christi nos ofrece una vez más la oportunidad
de agradecer y alabar a Dios por el don de la creación, y, sobre todo, el
regalo de su Hijo Jesucristo sobre el ara del altar.
1) La creación alaba a su Creador.
La creación es bella porque ha salido de las entrañas del Creador. Dios en
su amor infinito nos ha donado el reflejo de su Hermosura: “Y vio Dios que era
bueno” (Gn 1). Y hoy en la solemnidad del Corpus Christi, las calles de pueblos
y ciudades se engalanan con el color y la fragancia de flores y plantas,
tomillo y hierbabuena…lo mejor de nuestros campos y jardines para el Cuerpo de
Cristo. Él nos bendice pasando por donde vivimos y nosotros lo alabamos con los
frutos y semillas de la tierra que nos sustenta. Ancianos, enfermos, niños,
jóvenes y adultos, todo el Pueblo de Dios irá caminando y cantando al Amor de
los amores. Adoro y confío.
También es verdad que la belleza de la creación está siendo maltratada,
contaminada, expoliada y sometida a la cultura del descarte. Nos exhorta el
Papa Francisco: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la
preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo
sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar” (Francisco,
Encíclica Laudato Si, 13). Es reconfortante saber que el amor de Dios,
nuestro Creador, no nos deja: camina y trabaja junto a nosotros dándonos su luz
y su fuerza para encontrar nuevos caminos que aviven el gozo de la esperanza. Y
hoy miramos el cielo y la tierra con una mirada contemplativa y comprometida
para colaborar con Dios en la restauración de la belleza de la creación “porque
la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”
(Rm 8,19). De este modo podremos acercarnos sin miedo, con valentía y coraje, a
los desiertos materiales y espirituales por los que estamos atravesando y que,
con frecuencia, nos lleva a beber en aljibes agrietados.
Eucaristía y creación van estrechamente unidas. Al celebrar hoy la
Eucaristía se puede “experimentar intensamente su carácter universal y, por así
decir, cósmico. ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño
altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra en cierto sentido,
sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda
la creación” (Benedicto XVI. Exhortación Apostólica
Postsinodal Sacramentum caritatis, 29).
2) Tus criaturas custodiamos la belleza y la dignidad humana.
Los hombres de hoy y de mañana necesitamos asombro y entusiasmo para
afrontar los desafíos que estamos viviendo, y que se vislumbran en el
horizonte, para que la humanidad reanude su camino con buen ánimo y mucho
sentido común, buscando siempre el bien, convencidos de que: “El Creador no nos
abandona, nunca dio marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de
habernos creado” (Francisco. Encíclica Laudato Si, 13). Dios cuida y
alimenta a su pueblo como lo hizo con el pueblo de Israel, ofreciéndole el maná
para que no desfallezcan. Ahora es Jesucristo el que se nos ofrece como Pan de
Vida cuando celebramos la Eucaristía, memorial del sacrificio en la Cruz y de
la Resurrección.
En la solemnidad del Corpus Christi, día de la Caridad, el Señor nos llama
a descubrirle y a encontrarnos con su imagen en todos los hombres y mujeres,
sirviéndole en cada uno de ellos, de modo especial, y con inmensa misericordia
y compasión, en los más pobres, frágiles y necesitados. Es un tiempo de gracia,
propicio para parar el frenético y acelerado ritmo de vida que llevamos con
frecuencia, descuidando el ir a lo esencial de nuestra vida, como discípulos misioneros
del Señor. Hoy se nos hace una gran donación, un gran regalo del cielo a la
tierra, que nos llena de alegría y que no encontraremos en otro sitio. Hoy, día
de la Caridad, hemos de pedir con insistencia y de manera reiterada a la
Trinidad Santa que purifique nuestra mirada: “Bienaventurados los limpios de
corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). Sólo así podremos ver con los ojos
del corazón, asombrarnos y custodiar la dignidad del hombre, creado imagen y
semejanza de Dios. Los ojos de la fe son los que ven lo bello de cada persona y
se maravillan ante la belleza de la creación y el amor sin límites del Creador.
3) La caridad defiende la faz de los pobres.
Al celebrar el Cuerpo de Cristo experimentamos su entrega “hasta el
extremo” (Jn 13,1) y somos enviados al mundo para ser testigos de la compasión
y la misericordia del Señor por cada hermano. Vamos hacia ellos con los mismos
sentimientos de Jesús.
Hoy, día de la Caridad, la Iglesia nos recuerda que la Eucaristía sin
caridad se convierte en culto vacío, tantas veces denunciado en la Sagrada
Escritura y por el Magisterio de la Iglesia. S. Juan Pablo II nos decía: “No
podemos engañarnos: por el amor recíproco y, en especial, por el desvelo por el
necesitado seremos reconocidos como discípulos auténticos de Cristo (Cf Jn
13.35; Mt 25,31-46). Este es el criterio básico merced al cual se comprobará la
autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas (San Juan Pablo II. Carta
apostólica Mane nobiscum domine, 28).
Damos gracias a la Trinidad Santa por las manos generosas al servicio de la
caridad que dedican su tiempo y entregan su persona al servicio de los
necesitados en Cáritas y en otras instituciones de la Iglesia. Pedimos al
Espíritu Santo que haga de nuestra vida una entrega creíble en todo momento a
los “heridos por la vida”: pobres; sedientos de Dios; transeúntes; emigrantes
con sus adversidades; refugiados; familias desestructuradas; marginados;
personas atrapadas y esclavizadas por las drogas, el alcohol u otras
dependencias; la trata de mujeres en la esclavitud de la prostitución; las
estrecheces por las que pasan los desempleados; ancianos solos; enfermos
mentales; necesitados de compasión.
La Venerable Madeleine Delbrêl nos enseña: “Nosotros tenemos un corazón
para compadecer, manos para cuidar, piernas para ir hacia todos los que sufren”
(Delbrel, M., Gilles F. y Pitaud, B., “El bello escándalo de la caridad”.
Narcea, 2016). Esto quiere decir que, cuando la Palabra y la caridad van juntas
se anuncia a Cristo. La Palabra sin caridad corre el riesgo de ser pronunciada
solo a flor de los labios. La caridad sin la Palabra se arriesga a silenciar su
origen.
El Cuerpo de Cristo nos urge a acompañar a los pobres y construirles
andamios de esperanza en un futuro mejor, como Dios quiere. No olvidemos que
Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del Evangelio, que lo que
hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él mismo se lo hacemos (cf.
Mt25)
Ponemos bajo el amparo de la Virgen María, consuelo de los afligidos, toda
la creación y a todo hombre y mujer, para que nos lleve a Cristo, Luz de los
pueblos, con el fin de que se renueve la faz de la tierra y la faz de los
pobres.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social